A pesar de que la caída era sólo de dos metros, cuando Ming se precipitó de cabeza al agua helada tuvo la sensación de que había ido a dar de cara contra el pavimento a setenta kilómetros por hora. El líquido que le engulló el rostro estaba tan frío que parecía ácido hirviendo. Provocó en él una instantánea oleada de pánico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario