Sexton apenas la oyó. Cuanto más sopesaba la oportunidad que acababan de brindarle más le gustaba. Incluso más fortuita que el rostro tan poco querido por los medios de comunicación de Tench era su reputación sobre un punto fundamental: que defendiera con extremo fervor la idea de que el liderazgo de Norteamérica en el futuro podía asegurarse únicamente mediante la supremacía tecnológica. Era una ávida defensora de los programas gubernamentales I&D de tecnología de punta y, lo que era aún más importante, de la NASA. Muchos creían que era la presión ejercida entre bastidores por Tench lo que mantenía el inquebrantable apoyo del Presidente a la debilitada agencia espacial.
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