A la derecha sólo se veía un muro de nieve a la luz de la luna: la parte lateral de una cornisa de hielo. A la izquierda, el panorama era idéntico. Rachel sólo gozaba de cierta visibilidad por el parabrisas que tenía delante. Lo que vio fue una infinita extensión de hielo. Tenía la sensación de haber aterrizado en un planeta muerto. Aparte de la línea pintada en el suelo helado, no había el menor signo de vida. Entonces lo oyó. En la distancia, otro motor se aproximaba con un rugido más agudo. El sonido fue magnificándose hasta que por fin en su campo de visión apareció una máquina. Se trataba de un gran tractor de nieve multibanda que avanzaba entre sacudidas hacia ellos por el canal de hielo. Alto y alargado, parecía un insecto futurista y amenazador rechinando hacia ellos sobre sus voraces cadenas giratorias. En lo alto del chasis tenía una cabina de plexiglás desde donde una hilera de focos iluminaba el camino.
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