Rachel cerró los ojos mientras el aparato seguía ascendiendo imparable hacia el cielo. Se preguntó en qué se había equivocado aquella mañana. Debería estar sentada delante de su mesa, escribiendo resúmenes. Ahora se encontraba a lomos de un torpedo alimentado por testosterona y respirando por una máscara de oxígeno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario