Rachel cogió la muestra herméticamente cerrada y le quitó el envoltorio de plástico. Luego se la metió en la boca como si se tratara de un termómetro. La mantuvo debajo de la lengua durante dos segundos. A continuación, inclinándose hacia delante, permitió que el guarda se la quitara y la insertara en la ranura de una máquina que tenía a su espalda. La máquina tardó cuatro segundos en confirmar las secuencias del ADN de la saliva de Rachel. Luego un monitor parpadeó, mostrando la foto y la acreditación de seguridad de Rachel.
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