Gabrielle estudió los documentos, absolutamente perpleja. Los informes comprendían varios años. Aunque ella no tenía acceso al engranaje interno de las finanzas del senador, algo le decía que aquellos datos eran auténticos: cuentas bancarias, cuentas de tarjetas de crédito, préstamos, activos en bolsa, deudas, ganancias y pérdidas de capital.
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