El agua que le aplastó los pulmones era como aceite hirviendo envolviendo su sensible tejido pulmonar. Tenía la sensación de estar ardiendo de dentro hacia fuera. Lo cruel de la situación era que el agua no mata inmediatamente. Ming pasó varios segundos espantosos inspirando en el agua helada. Cada aliento era más doloroso que el anterior y ninguna inspiración le ofrecía lo que su cuerpo tan desesperadamente necesitaba.
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