Eran las diez y media de la noche cuando el taxi que la llevaba por fin emprendió la serpenteante cuesta que conducía a la lujosa propiedad del senador Sexton. Rachel enseguida se dio cuenta de que algo iba mal. Había tres coches patrulla aparcados en el camino de acceso a la casa. También había varias furgonetas de equipos de noticieros. Todas las luces de la casa estaban encendidas. Rachel se precipitó al interior con el corazón en un puño.
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