Miradas vacías. "A la mierda", pensó, enjugándose el sudor con ademán enojado. "No me contrataron para esto". Rachel sabía lo que diría su madre si estuviera a su lado en ese momento: "Cuando dudes, ¡simplemente suéltalo¡" El viejo proverbio yanqui daba cuerpo a una de las creencias básicas de su madre: que todos los retos pueden superarse diciendo la verdad, salga como salga.
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