Marjorie Tench había sido bendecida con el cerebro de un superordenador... y también con su calidez. Sin embargo, el presidente Zach Herney no tenía ningún problema a la hora de tolerar las idiosincrasias de aquella mujer. Su intelecto y su increíble capacidad de trabajo eran casi las únicas responsables de haber llevado a Herney al despacho que ahora ocupaba.
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