Marjorie Tench, la asesora principal del Presidente, era una criatura de esqueleto desmochado. Su metro ochenta y dos de cuerpo macilento parecía una de las construcciones del Erector Set de miembros y articulaciones. En lo alto de su precario cuerpo, se cernía un rostro avinagrado de piel semejante a una hoja de papel pergamino en la que alguien hubiera clavado unos ojos carentes de toda emoción. A sus cincuenta y un años, parecía haber cumplido los setenta.
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