Sin añadir una sola palabra, el director alargó la mano y apartó la cortina. Rachel quedó cegada por una claridad excesiva. Vacilante, dio un paso adelante y entró, entrecerrando los ojos, al reluciente espacio. A medida que sus ojos se adaptaban a la luz, fue mirando la inmensa sala que tenía ante ella y soltó un jadeo de asombro.
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