El Presidente le dedicó una sonrisa tranquilizadora y Rachel sintió en sus carnes la legendaria afabilidad de Herney. Aquel hombre hacía gala de un rostro relajado que los dibujantes de cómic adoraban porque, por muy poco afortunada que resultara la caricatura que hicieran de él, nadie confundía jamás aquella calidez y aquella sonrisa tan natural. Sus ojos reflejaban sinceridad y dignidad en todo momento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario