Diez minutos después de haber dado comienzo el debate, el senador Sexton se preguntaba cómo había podido llegar a preocuparse. Marjorie Tench había sido insultantemente sobreestimada como posible adversaria. A pesar de ser una mujer reputada por su cruel sagacidad, estaba resultando más una oveja sacrificada que un contrincante digno de tenerse en cuenta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario