Después de dos días sin sol, el reloj biológico de Michael Tolland seguía sin acostumbrarse al cambio. A pesar de que su reloj indicaba que eran las dos del mediodía, su cuerpo insistía en que era plena noche. Después de haberle dado los últimos toques al documental, Tolland había grabado el archivo del vídeo en un DVD y avanzaba por la cúpula oscurecida. Al llegar al área de prensa, todavía iluminada, entregó el DVD al técnico de la NASA encargado de supervisar la presentación.
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