Cuando el Presidente le había dicho a Rachel que había reclutado a científicos civiles de primer orden para que verificaran el descubrimiento de la NASA, ella se había imaginado a un grupo de marchitos empollones con sus iniciales estampadas en sus calculadoras. Michael Tolland era la antítesis de ese arquetipo. Tolland era una de las "celebridades científicas" más famosas de Estados Unidos del momento y protagonizaba un documental semanal titulado Mares Asombrosos, en el cual enfrentaba al público cara a cara con hechizantes fenómenos oceánicos como volcanes submarinos, gusanos marinos de cinco metros y gigantescas olas asesinas. Los medios de comunicación le aclamaban como un cruce entre Jacques Cousteau y Carl Sagan, atribuyendo a sus conocimientos, su humilde entusiasmo y sus deseos de aventura la fórmula que había lanzado a Mares Asombrosos a los primeros puestos de los programas de mayor audiencia. Sin duda, y tal como admitían la mayoría de los críticos, el hecho de que Tolland fuera un hombre guapo y curtido y de que además hiciera gala de un modesto carisma, probablemente no dañaba su popularidad entre la audiencia femenina.
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