El conductor soltó el embrague y el aparato aceleró directamente hacia la pendiente. Rachel soltó un chillido ahogado y se agarró con fuerza. Cuando llegaron a la pendiente, las bandas claveteadas se hincaron en la nieve y el artilugio empezó a trepar. Rachel estaba segura de que volcarían hacia atrás, pero la cabina siguió en posición sorprendentemente horizontal mientras las bandas de rodamiento trepaban por la pendiente. Cuando la enorme máquina llegó a la cumbre de la cornisa, el conductor la detuvo y resplandeció ante su pasajera de nudillos blancos.
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