Ni siquiera él pudo oír sus propios gritos. Avanzó torpemente hacia una de las paredes del foso de extracción e intentó empujarse fuera del agua. La pared que tenía delante era hielo vertical. No había nada a lo que agarrarse. Debajo del agua, sus botas pataleaban contra la cara de la pared en busca de algún hueco en el que hacer pie. Nada. Se estiró hacia arriba, buscando el borde del agujero. Estaba a tan sólo medio metro de su alcance.
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