"Qué extraño", pensó Brophy. Nunca había visto helicópteros tan al norte. El aparato aterrizó a unos veinticinco metros de él, levantando una lacerante lluvia de nieve granulada. Recelosos, los perros gimotearon. Las puertas del helicóptero se abrieron y dos hombres descendieron del aparato. Llevaban puestos unos trajes térmicos blancos, iban armados con fusiles y se dirigieron hacia Brophy con algún urgente propósito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario