Los ojos de su padre la estudiaron detenidamente. Rachel sintió que parte de sus defensas se fundían bajo la mirada del senador y maldijo el poder de aquel hombre. Los ojos de Sexton eran su don, un don que, según sospechaba Rachel, le llevaría a la Casa Blanca. Según conviniera, esos ojos se llenaban de lágrimas, y entonces, apenas un instante más tarde, se despejaban, abriendo así una ventana a un alma apasionada, extendiendo un vínculo de confianza a su alrededor. "Todo es cuestión de confianza", decía siempre su padre. El senador había perdido la de Rachel hacía años, pero estaba ganando rápidamente la de su país.
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